Por último, en el cuarto día del camino de los ejercicios, procedemos en compañía de nuestro «padre» san Pablo. Es un Pablo extrañamente dócil, incluso dulce, el que emerge de la página de la Segunda Carta a Timoteo, que hoy profundizamos (2Tm 4,1-13). El Apóstol, encarcelado por el Evangelio, exhorta al hijo amado, que ha engendrado en la pasión por Cristo y para quien fue siempre «modelo fuerte y estable», dirigiéndole una verdadera y propia súplica: «¡Anuncia la Palabra, siempre!».
Hoy sentimos que este llamado se dirige a nosotras, reunidas aquí para vislumbrar los nuevos caminos que el Espíritu va abriendo a la Palabra, el futuro de nuestra misión con y en la comunicación.
Los contextos son múltiples, todos igualmente difíciles; como en el tiempo de Pablo, los cristianos viven una situación de marginación y de falsos profetas que difunden palabras que la gente quiere oír, solicitan sueños que consuelan y aquietan los corazones… Pero nosotras no nos desanimamos, ya que al igual que Pablo, sabemos en Quien hemos creído y con renovada parresia anunciamos a Jesucristo, a quien amamos y de quien vivimos. «Creemos y por eso hablamos».
P. Edoardo Scognamiglio nos ha guiado con profunda sabiduría y sutil competencia bíblica al encuentro con los «testigos» que, en estos días, nos han ayudado a investigar los rasgos del creer.
Mañana, 20 de agosto, día en que iniciamos el año que nos conducirá al primer Centenario de la Familia Paulina, estará con nosotros el P. Emilio Cicconi, sacerdote paulino. Nos sentiremos, así, espiritualmente cercanos a todos los hermanos y hermanas de nuestra admirable Familia para alabar, bendecir y agradecer al Señor por las abundantes riquezas que continúa derramando sobre nosotros.
Hasta pronto.
Ariccia, 19 de agosto de 2013