La vida, primera profecía

Es hora de dejarnos seducir por el amor de Dios y su Palabra, atraer totalmente en aquella órbita de fe, donde lo imposible se hace posible y la profecía, antes de ser su mensaje, es la vida misma. Así fue con Jeremías, nuestro tercer compañero de camino en el itinerario de los ejercicios espirituales.

Lo sentimos cercano a nosotros. Su parábola existencial/profética – que el P. Edoardo Scognamiglio – nos ha presentado en sus rasgos esenciales – nos muestra un hombre profundamente enamorado del Dios que lo ha elegido «desde el vientre materno» y constantemente atravesado por la duda de no estar a la altura de la misión recibida. Nos conmueve su sensibilidad única. Nos resulta familiar la rapidez con la que pasa de la ternura al Señor, cuyo contacto siempre busca con avidez, a la indignación y al insulto. Nos fascina su amor por la Palabra, aquel fuego que quema dentro y que no se puede contener.

Un aspecto de la historia existencial del profeta toca de una manera especial nuestro corazón: el destino del llamado está estrechamente ligado a la suerte de su gente. Consciente de ello, desde nuestro “cenáculo” se elevan a Dios incesantes oraciones por nuestras comunidades y por los acontecimientos que alteran al mundo de hoy, a nuestros pueblos.

Esta noche, al término de nuestro tercer día de ejercicios, elevamos al Señor la sentida súplica por la vida del P. Paolo Dall’Oglio, jesuita italiano desaparecido días atrás en Siria. A esta invocación deseamos se unan todos ustedes que nos leen. Gracias.

Ariccia, 18 de agosto de 2013

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